Albi, la ciudad episcopal, capital del departamento del Tarn en Occitania, es una ciudad que merece al menos un día, nosotros estuvimos dos para explorar también los alrededores. Históricamente es conocida por la herejía cátara o albigense, aunque los cátaros estaban sobre todo más al sur, en la zona de Carcassonne.
La joya de la ciudad es la catedral, consagrada a santa Cecilia, que se empezó a construir 50 años después de cargarse a los cátaros, allá por 1282, como emblema de poder de la iglesia.
Desde luego lo consiguieron, es una catedral-fortaleza hecha con el ladrillo rojo típico de la ciudad y de dimensiones descomunales, tiene 113 metros de largo y 35 de ancho, y la torre campanario alcanza los 78 m de altura.
La sobriedad exterior y su carácter cuasi castrense no son casualidad.
Es sobria de manera intencionada, ya que todavía existían focos de rebeldía cátara que precisamente habían criticado las riquezas eclesiales y la construcción de la catedral tiene parte de querer contentar al sector crítico con la ostentación eclesial. Pero es también un castillo fortificado como muestra del poder de la iglesia católica frente a los cátaros.
En la portada sur hay un añadido mega flamígero que rompe la estructura pseudo militar exterior.
Por el contrario, el interior no es nada sobrio. Todo el muro y el techo están pintados, principalmente en azul, hay un fresco del juicio final del siglo XV descomunal, con un infierno muy explícito como siempre. El órgano de Moucherel del siglo XVIII también es super descomunal (16 m de ancho y 15 de alto!)
En el tesoro de la catedral tienen un facsímil de un mapamundi del siglo VIII, realizado en la catedral, muy curioso, es uno de los más antiguos que representa la Tierra de forma no abstracta, en forma de herradura con el mediterráneo como centro del mundo con las islas Creta, Chipre, Sicilia, Córcega y Sardinnia, los barbari,... muy entretenido.
El coro es una virgueria gótico flamígera del siglo XV, con profusión de arcos conopiales, gabletes y flores de lis.
En el trascoro están las estatuas de 150 personajes del Antiguo y Nuevo testamento, sólo dos mujeres Judith y Esther… Especialmente realistas las de Isaías y Jeremías.
Al lado de la catedral está el palacio de la Berbie construido en el siglo XIII como palacio episcopal, hoy alberga el museo Toulouse-Lautrec que nació en una calle cercana. Es del mismo estilo que la catedral, tipo fortaleza militar con una gran torre. Tiene unos bonitos jardines en lo que era el patio de armas, desde los que se divisa la otra orilla del Tarn, el puente viejo del siglo XI y el barrio de la Madeleine.
Es sobria de manera intencionada, ya que todavía existían focos de rebeldía cátara que precisamente habían criticado las riquezas eclesiales y la construcción de la catedral tiene parte de querer contentar al sector crítico con la ostentación eclesial. Pero es también un castillo fortificado como muestra del poder de la iglesia católica frente a los cátaros.
En la portada sur hay un añadido mega flamígero que rompe la estructura pseudo militar exterior.
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En el tesoro de la catedral tienen un facsímil de un mapamundi del siglo VIII, realizado en la catedral, muy curioso, es uno de los más antiguos que representa la Tierra de forma no abstracta, en forma de herradura con el mediterráneo como centro del mundo con las islas Creta, Chipre, Sicilia, Córcega y Sardinnia, los barbari,... muy entretenido.
El coro es una virgueria gótico flamígera del siglo XV, con profusión de arcos conopiales, gabletes y flores de lis.
En el trascoro están las estatuas de 150 personajes del Antiguo y Nuevo testamento, sólo dos mujeres Judith y Esther… Especialmente realistas las de Isaías y Jeremías.
La colegiata de Saint-Salvi, dedicada al obispo homónimo del siglo VI, y lo que queda de su claustro románico después de la revolución, también merece una visita, sobre todo porque el acceso desde la plaza de Savéne es muy cuqui.
La parte vieja de la ciudad es toda de ladrillo rojo como la catedral y es muy agradable de pasear. En el camino te encuentras con una casa del antiguo Albi, con el típico entramado de madera, restaurada y visitable para hacerte a la idea de cómo eran los hogares medievales.
A partir del siglo XV, concluida la guerra de los Cien Años, la ciudad se enriquece por el comercio de azafrán y del tinte azul que produce la hierba pastel (Isatis Tinctoria). Hasta fines del s. XVI, cuando aparece el índigo por el desarrollo de las rutas comerciales con oriente, el isatide era la única fuente de tintura azul en Europa. Se ve en los cercos de puertas, ventanas, jambas, dinteles,... de toda la región. Parece ser que el color azul añil ahuyenta a los insectos (como en Jodpur).
La vista de la ciudad desde la otra orilla del Tarn está bien.
En la región del Tarn vimos campos infinitos de frutales, albaricoques,.. Otro cultivo interesante de la zona es el viñedo, la denominación de origen es Gaillac, que es un pueblo cercano a Albi. El vino está bien, no es navarro, pero tira, aprobado!


















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